jueves, 25 de noviembre de 2021

Regreso a los noventa: «Entonces» de Melodrama

Con el tiempo, «Entonces» se ha convertido en la favorita de las canciones que compuse en los noventa, no tanto porque no tenga los defectos habituales de mi música, sino porque por algún motivo, en ella me molestan menos. Además, su historia es bastante curiosa...

No voy a decir que en aquella época se me ocurrieran más proyectos que canciones, porque era muy prolífico componiendo, pero sí que es cierto que siempre tenía en mente proyectos grandiosos. Constantemente pensaba en escribir nuevas bandas sonoras para mis películas favoritas, adaptar canciones que me gustaban y, en general, convertir cualquier idea en una especie de sinfonía al estilo de Jean-Michel Jarre. En general, tenía suerte si de cada proyecto que empezaba salía una canción que mereciera más o menos la pena, dos o tres pasables y luego una retahíla de fragmentos incompletos hasta que centraba mi atención en otra cosa. Así, los discos que «lanzaba» (en aquellos tiempos, para mí «lanzar» un disco era dedicar una tarde a grabar una serie de canciones en un cassette, escribir los títulos y buscarle una portada), venían a ser una colección de «grandes éxitos» de proyectos incompletos.

«La noche del océano» fue diferente. Me había gustado bastante un cuento de H. P. Lovecraft cuyo protagonista viajaba a un misterioso y sombrío pueblo costero en cuyas casas medio abandonadas se ocultaban las terribles abominaciones cósmicas que tanto le gustaban a Lovecraft, así que pensé, cómo no, en crear un disco con ese tema. El primer problema fue cuando al  localizar el relato que había leído, me di cuenta de que no se llamaba «La noche del océano», sino «El horror de Dunwich», un título mucho menos atractivo, por lo que decidí mantener el título original, que también era de una obra de Lovecraft.

Cuando comencé a escribir las canciones pensé en ir más allá de mis habituales composiciones instrumentales incluyendo algunos fragmentos leídos para narrar la historia. Releí el relato buscando estos fragmentos, pero rápidamente me di cuenta de que Lovecraft era un maestro creando atmósferas, pero como escritor no era particularmente notable. Apenas encontré unas pocas frases que fueran pasables y finalmente decidí buscar otro libro más adecuado. Lo encontré en «Los ojos azules, el pelo negro» de Marguerite Duras, una novela que ni siquiera me había gustado demasiado, pero que descubrí que estaba pasmosamente bien escrita. A pesar de lo breve del libro, no tardé en encontrar varios fragmentos que encajaban sorprendentemente bien con lo que buscaba, un pueblo costero decadente y tenebroso, donde se mezclara el terror y el romance. Grabé los textos leídos por un amigo de cualquier manera con un micrófono casero y, por supuesto, no en un estudio de grabación, pero se convirtieron rápidamente en lo mejor de las canciones. Además, fue sorprendentemente fácil integrarlos en las canciones.

Escribí «Entonces» más o menos a mitad de la composición y recuerdo particularmente bien el momento en el que elegí el sintetizador que suena durante el estribillo. Una de las labores más divertidas era escuchar una y otra vez el mismo patrón musical, pero cambiando uno de los instrumentos, hasta encontrar el más adecuado. Recuerdo ir pasando de uno a otro y, de repente, al escucharlo por primera vez, tener la certeza de que era el adecuado.

Aunque este tema tal vez no destaque por su calidad, me gusta particularmente porque creo que consigue transmitir exactamente la idea que tenía en mente. Los sintetizadores tienen esa sonoridad acuática que buscaba y logran crear esa atmósfera de terror romántico que buscaba.