miércoles, 21 de agosto de 2013

El verano del código 2013: Los mecanismos de la memoria y del olvido

Si bien la memoria es sin duda una prodigiosa capacidad de nuestra mente, el olvido no lo es menos. Por apetecible que pueda parecer a simple vista la posibilidad de recordarlo todo, las patologías que impiden que los pacientes no olviden nada no solo no son una bendición, sino que son un auténtico calvario. Tan importante como la memoria, el olvido nos permite deshacernos de la información que no nos interesa y nos libera para centrar nuestra atención en otras cuestiones.


Sin embargo, por fantástica que sea la maquinaria de olvido que llevamos incorporada, no siempre se comporta de la manera deseable. Aparentemente, recordamos sobre todo lo que nos resulta importante o lo que se repite con mucha frecuencia. Por eso, probablemente nunca olvidaremos acontecimientos lejanos como la primera pareja que tuvimos y, aunque no lo deseemos, se nos meten en nuestra cabeza los coletillas con las que nos bombardean los anuncios. Sin embargo, en ocasiones hay cosas que queremos recordar y sin embargo se nos olvidan, como por ejemplo los cumpleaños y los aniversarios de los seres cercanos o los temas que entrarán en el examen de la semana que viene.

Este verano del código de Antakira Software se centra de una manera muy especial en estos temas y al crear los primeros prototipos hemos descubierto que, al crear sistemas que nos ayuden a recordar, aparece un fenómeno muy curioso, que consiste en que tendemos a olvidar algo cuando sabemos que una aplicación ya se encargará de recordárnoslo. No es ninguna novedad, ya que por ejemplo una manera de olvidar algo que nos ronda la cabeza continuamente consiste sencillamente en anotarlo en un papel. De esta manera, nuestra mente parece considerar que el asunto está zanjado y lo olvidaremos con mayor facilidad, lo que puede ser un gran alivio cuando la idea que se resiste a abandonar nuestra cabeza no es de nuestro agrado.

La integración de las máquinas en la vida humana suele tener este efecto: perdemos eficiencia al realizar la tarea que descargamos en estas máquinas. Por ejemplo, seríamos mucho más eficientes realizando sumas, restas, multiplicaciones y divisiones si no contásemos con unas eficientes calculadoras encargadas de hacerlo. La cuestión es determinar hasta qué punto este efecto es deseable. Si bien no hay ningún problema en que una maquinita se encargue de esta operación, también es importante recordar que, a pesar de haber perdido precisión al realizar esta tarea, hayamos interiorizado el concepto de esta operación y seamos capaces de aplicarlo en toda su amplitud. Por ejemplo, el hecho de encargar esta operación a un aparato no debería hacernos perder capacidades como el orden de magnitud, sino hacernos capaces para realizar cálculos más profundos y precisos de lo que nuestra capacidad meramente humana nos permite.

Algo similar ocurre con la memoria, ya que limitarse a crear un sistema que sea capaz únicamente de encargarse de lo que ya recordamos resulta empobrecedor. La delegación de una tarea en manos de una máquina no debería ser nunca una pérdida de autonomía, sino una potenciación de nuestras capacidades. Por eso, no estamos considerando solo las tareas de las que ya nos ocupamos, más o menos, a diario, sino que también estamos considerando como parte indivisible del diseño aquellos aspectos sutiles de la memoria que nuestra capacidad humana no nos permite aprehender y, sin embargo, podrían hacer que nuestra vida diaria sea más plena.

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